martes, 10 de noviembre de 2009

PRIME TIME.

Pensé que en la distancia su presencia sería mas sutil, pero no. Seguía allí, atormentándome desde lejos. Y yo ya me había cansado de ser un gris siervo tiranizado por sus ideales. No me seducía la idea de ser un rehén otra vez, su rehén.
No lograba dormirla y ya lo había intentado todo: desde desenchufarla hasta hasta cerrar los ojos de forma permanente o intermitentemente, desde mirarla tanto hasta que ya no sea perceptible como cuando uno se acostumbra a cargar con la fragancia de un perfume, de dejarla a rayas o a puntos saltarines hasta buscar un botón de emergencia que la sedara... lo único que conseguí fue disminuir su voz pero nunca pude enmudecerla.
Su voz o sus voces o sus intentos desesperados para que volteara me estaban venciendo nuevamente, sabía que podía ser una reincidente, que podía someterme hasta ser una esclava de sus caprichos...de sus moldes. Me acerque temerosamente y la cubrí con una sábana porque como era invierno y ella me había dicho q me compre un aire acondicionado frío/calor ya no tenia mas alcolchados gruesos (creo que lo había pensado antes, que ella sabía que de un momento a otro se me iba a ocurrir hacerlo), canté fuerte mientras me tapaba los oídos escondida junto al ropero. La sábana era muy frágil, incluso translúcida y mi voz era un alfiler caído en un bosque donde el andar de cualquier insecto era mucho más poderoso. El día que dejamos de ser libres no leímos la letra chica y no nos dimos cuenta de que esa era una de las clausulas.
Ya no lo soportaba. Ya no podía vivir según a sus reglas, cuando se juega tan al borde pierde la diversión. Abrí la ventana, la tome con mis dos manos y la arroje desde el primer piso. Cuando volteo para ocupar su lugar con algunos libros me doy cuenta que ella estaba nuevamente allí. Cubrí mis ojos con mis manos, antes de que sea demasiado tarde pero no se pude con la lucha desleal, ella estaba ingresando en mí y para siempre.
Comenzó por cambiarme la ropa por otra más descubierta; peinó mi pelo con un enorme jopo, colocándome largas extensiones rubias; me pintó de rojo las uñas de los pies, de las manos y mis labios ( donde dibujó una sonrisa y me bajó el volumen) ; me arrastró a sus gustos, sus deseos, su costumbres y su frivolidad. Me dejó lista con el uniforme de trabajo, ella si sabía como apagarme...